Cuando
Silvia se levantó esa mañana, tenía una extraña sensación, estaba nerviosa.
Aunque
si pensaba bien en cada uno de los días vividos desde hacía ya casi dos años,
no se diferenciaba en nada de los anteriores. ¿Qué podía cambiar?
Se
miró en el espejo de su tocador decorado con fotos de Pablo Alborán, a un lado
y otro. Y pensó: “Nada puede ser diferente hoy”.