Primer premio Bloggin Sta Eulalia

Primer premio Bloggin Sta Eulalia

lunes, 12 de septiembre de 2016

PRIMER PREMIO LITERATURA FERIAS Y FIESTAS MASCARAQUE 2016

LAS GAFAS DE LA INFANCIA
FOTO: periodismohumano

(I)
En las próximas horas podré ir desgranando todos los acontecimientos que me han ocurrido y que me desgarran el alma.
No puedo digerir tanta angustia. Siento la necesidad de ir a ver a Paula, lo único que quiero y necesito es una explicación.
Desde que se marchó no puedo conciliar el sueño, en el trabajo estoy ausente, mi mente divaga alrededor de ella.
Lo tenía todo a su lado hasta que su ex marido decidió arruinarnos la vida. Me gustaría que todo esto fuese una horrible pesadilla y poder despertar en cualquier momento.
No nos dejó tranquilas hasta que acabó con nuestra relación (una relación tóxica según él). No pudo asimilar los comentarios de sus amistades, su familia. Y a sus hijos les adiestró para odiar a Paula.
Permanezco con los ojos cerrados, saboreando cada segundo que he vivido a su lado, mientras escucho el ir y venir de las azafatas, el murmullo de los pasajeros.
Está previsto que tomemos tierra a las cuatro de la tarde en Managua.
(II)
Llegué hace un mes a Nicaragua y por caprichos del azar conocí, La Chureca, el vertedero más grande del país y, junto a él, cientos de personas viviendo en chabolas, cuyo medio de vida es encontrar lo que sea, allí, para poder vender y conseguir, con suerte, treinta y dos córdobas al día para subsistir. Todo esto me ha hecho reflexionar y cambiar el rumbo de mi estancia en este país.
Quise involucrarme desde el principio y, gracias a la señora Moncha (que es como mi madre aquí, ya que su casa es mi casa y su familia es la mía) me he integrado en la vida diaria de esta gente. Ayudo y colaboro en todo lo que puedo.
Cuando cada mañana salgo a rebuscar cosas entre la basura, a churequear como dicen ellos, el alma se me parte en mil pedazos. No puedo contener las lágrimas al observar el trabajo que tienen que soportar estas personas para poder llevarse un trozo de pan a la boca.
Los niños que vienen a bregar a este calamitoso lugar se enfrentan a la dicotomía entre peligro y necesidad. Sus manos y pies desnudos trajinan entre cristales, latas oxidadas, jeringas…
Veo sus pequeños cuerpos encorvados por el peso de esos grandes sacos que arrastran cargados de hierro, cristal, y se alejan exhaustos hasta llegar a sus casas con su aportación para el sostenimiento de la familia. Todo esto es tan cruel.
Sus caritas se ven polvorientas y cetrinas  por la suciedad y los gases a los que se exponen diariamente. No lo puedo asimilar ni en un mes ni en una eternidad.
La pasada semana experimenté una vivencia terrible. Me avisaron para atender a dos niños que tenían temblores, mareos y vómitos. Le dije a Basilia, su madre, que debíamos trasladarles al hospital, ya que me temía lo peor. Habían ingerido unos caramelos que encontraron en la la Chureca y previamente los habían depositado en unos frascos de cristal, también del vertedero, que contenían restos de veneno. Los camiones arrojan allí desde vidrio o comida putrefacta hasta restos humanos y quirúrgicos de los hospitales de la ciudad, así que es habitual que aparezca veneno y quién sabe cuantas cosas más.
Los dos niños fallecieron esa misma tarde. No puedo olvidar sus diminutos rostros opacos, y el sufrimiento que aún se dejaba ver en sus cuerpos, ya inertes.
Mientras abrazaba a Basilia, ella me decía que tenía que seguir, debía luchar porque en su casa le quedaban cuatro bocas que alimentar. Qué amarga la vida de esta mujer con tan solo treinta y dos años. Yo también debo continuar mi lucha. No puedo flaquear.
Cada tarde voy a buscar a Vaya, un niño de unos 12 años (aunque nadie aquí sabe su edad), huérfano y adicto al pegamento. Hay veces que no me reconoce porque está totalmente drogado. Comenzaremos una terapia con él en la unidad de toxicología de un hospital cercano. Este niño es ahora otra de mis prioridades (la inocencia de sus ojos me recuerda tanto a mi pequeño Lucas).
Además, estoy participando en una investigación, y en las pruebas que se han llevado a cabo hemos encontrado restos de plomo, arsénico y mercurio en la sangre de los niños que diariamente van a la Chureca: presentan déficit de crecimiento, y bajo desarrollo intelectual. Tengo que ver y actuar a través de las gafas de la infancia.
(III)
Me costó encontrarte. Estabas mucho más delgada pero tan guapa como siempre, mi querida Paula.
Tu sorpresa, tu mirada, tu saludo. Adiviné que nuestro proyecto en común había sufrido una profunda fisura. Lo acepto.
 (IV)
Aquí he encontrado parte de lo que había perdido, Rebeca, gracias por tu comprensión y tu interés.
Si tienes oportunidad diles a Marta y a Lucas que nunca les olvidaré.
Su madre estará siempre para ellos.



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