Primer premio Bloggin Sta Eulalia

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domingo, 1 de diciembre de 2013

PRIMER PREMIO RELATO CORTO: "EL ENGAÑO"

El pasado viernes día 29 de noviembre de 2013 tuvo lugar el acto de entrega de galardones para los ganadores del I Concurso de relatos cortos "Es tiempo de buenos tratos".
Organizado por el Centro de la Mujer de Yunclillos y Olias del Rey.

A continuación unas fotos del evento:
Diploma
Tele Toledo

Tele Toledo

Tele Toledo

Tele Toledo

Leyendo el relato "El engaño"





Los tres galardonados 



Encarni, Charo y yo.

Encarni, África, yo, Candi, Ana y Claudia.

Mis chicas: Rocío, Encarni, África, yo, Charo, Candi, Ana y Claudia.


El relato:  EL ENGAÑO

Llevo tres semanas en este agujero inmundo donde el destino me ha depositado sin esperarlo, sin buscarlo, sin quererlo. No puedo dormir y cada día que pasa me invade un sentimiento de tristeza y de desprecio hacia mi persona, que hace que me sienta sucia, muy sucia.
Estar encerrada entre cuatro paredes, con una pequeña cama y una mesa, sin una ventana para poder disfrutar (por llamarlo de alguna manera), de la luz natural y poder observar siquiera, el esplendor de un nuevo día, me empequeñece, me consume. Muchas veces me pregunto como me ha podido suceder esto a mí. Siempre he sido una persona cerebral, metódica, calculadora y no me he dejado llevar por los sentimientos. Y sin embargo aquí estoy, por cambiar mi forma de ser y actuar, por confiar sin conocer.
Todo mi esfuerzo de años, mi disciplina y en cierta forma, llevar una vida bastante austera, me regaló la confianza de mis colegas, y ganar un prestigio dentro del mundo de la abogacía, a la cual he amado con sus intachables tecnicismos y su magnífica prosa rozando lo sublime.
Sin embargo en mi vida personal había renunciado a muchas cosas, por dedicarme en cuerpo y alma a mi trabajo. Por otro lado me había costado mucho llegar donde había llegado y eso lo tenía que cuidar a conciencia.
Si alguna vez me habían propuesto alguna cita siempre ponía excusas para no asistir, incluso con amigas. Prefería estar en casa absorbiendo mis libros, mis casos, mis juicios.

El verano pasado agotada de tanto trabajo me dispuse a tomar un descanso, lo pensé fríamente. Necesitaba hacer un viaje para relajar mi mente y como no, también mi cuerpo. Hice caso a mis compañeros y de camino a casa entré en la primera agencia de viajes que encontré, me atendió una chica muy amable y le dije que me aconsejase un lugar para descansar. La verdad que su propuesta me cautivó y decidí viajar a Madeira.
Me alojé en un hotel en la capital, Funchal, en la parte baja de la ciudad, tenía unas vistas estupendas. Por las mañanas me iba a caminar por el precioso paseo marítimo, visité el
casco antiguo de la ciudad, recorrí sus calles adoquinadas, tan limpias. Me parecía un sitio perfecto para descansar y disfrutar.
Una noche decidí cenar en el hotel y ver el espectáculo que organizaban, una exhibición de bailes típicos madeirenses, y un recital de fados portugueses. La velada estaba transcurriendo de forma agradable. Después comenzó un baile en el que la mayoría de la gente participó. Yo no tenía intención de imitarles, pero llegó un chico que me invitó a bailar y me dejé llevar.
Me comentó que había ido a la isla con su tía porque era una enamorada de ese lugar y todos los años hacían una escapada para descansar. Al día siguiente realicé una excursión a la isla de Porto Santo y me encontré a Mauro en el ferry. Pasamos todo el día juntos disfrutando de la maravillosa playa que la isla tenía. Lo pasamos muy bien. Le pregunté porqué no había ido su tía y me dijo que no le apetecía hacer ese viaje, conocía la isla, y prefería quedarse en el hotel.
Cuando tenía que regresar a casa y estaba esperando en el hall del hotel para que me viniesen a buscar, vi a Mauro que se acercó a mí con una rosa. Me besó en la mejilla y se marchó. No supe reaccionar. En el avión, descubrí que en el envoltorio de la rosa había una tarjeta que decía que había disfrutado mucho de mi compañía y su número de teléfono. Nuevas sensaciones, extraños sentimientos. Un inusual cosquilleo recorría todo mi cuerpo.
Al llegar a mi realidad, mis idas y venidas a juicios, mi trabajo en turno de oficio, ocuparon mi mente durante unos días.
Una tarde al llegar a casa, tomé una ducha, como de costumbre, me puse el albornoz y fui a la cocina a preparar algo para la cena. Vi la rosa que Mauro me regaló en un pequeño jarrón de cristal. Inmediatamente me dirigí al cajón de la mesilla donde había guardado su tarjeta. Dudé unos instantes con el teléfono en la mano. Terminé marcando su número. Estaba nerviosa, tenía la boca seca, y me di cuenta que tartamudeé en algún momento. Él hizo que me relajase y disfruté de la conversación durante más de media hora.
Me fui a la cama con una sensación de bienestar y una gran sonrisa dibujada en mi rostro. Recordé el día que pasamos juntos en vacaciones y algún encuentro que tuve con él en la ciudad. Me hubiese gustado conocer a su tía, me habló de ella y me dijo que era una señora muy
especial. Él la acompañaba a muchos viajes porque ella no tenía más familiares. Y además cuidaba de ella. En aquel momento pensé en la buena labor humana que estaba realizando.
A los pocos días Mauro me llamó, cuando vi su nombre en el móvil, me puse nerviosa, y feliz al mismo tiempo. Descolgué el teléfono y escuché esa voz tan varonil, tan profunda, me encantaba. Me invitó a cenar y yo le dije que intentaría acabar pronto unos asuntos pendientes y me reuniría con él.
Quedamos en la puerta de un conocido restaurante, cuando llegué en taxi, él ya estaba esperándome con un gran ramo de rosas. Me quedé perpleja, no me salían las palabras.
Nos hicimos innumerables confesiones. Me habló de su tía, de sus padres. No recuerdo sí me dijo a que se dedicaba. Le conté que yo era abogada. Realizaba mi trabajo a través de mi bufete y también llevaba casos cuando me los asignaban por turno de oficio.

Me acompañó a casa y me dejó en la puerta. Se marchó y pensé que me hubiese encantado pasar la noche con él, aunque no podía quejarme, ya que durante el rato que estuvimos juntos me hizo vibrar.
Tardé varias semanas en saber de él, ya que intenté llamarle en un par de ocasiones pero me saltaba su contestador. Por fin un día llamó y me dijo que quería comer conmigo, le dije que si. Cuando estábamos en el restaurante me entregó un pequeño paquete. Lo abrí y encontré dos billetes de avión y unos boletos para pasar el fin de semana en un hotel de montaña. No podía creer lo que me estaba pasando.

Fue un fin de semana maravilloso, salimos a esquiar, paseamos entre la nieve, recogimos frutos del bosque... Y al calor de una enorme chimenea de leña me perdí entre sus brazos y ese dulce perfume.
Regresamos y no podía quitarme a Mauro de la cabeza. Le conté mi romance a una compañera de trabajo y me dijo que disfrutase pero siempre con los pies en la tierra.
Lo que no me gustaba de él era el tiempo que transcurría entre una cita y otra. Luego aparecía me comía a besos e inmediatamente olvidaba mi enfado. De hecho aprendí a llevar esa situación. Me confesó que viajaba bastante por motivos de trabajo y que tenía que cuidar de su tía enferma. Eso me tranquilizaba.
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Había pasado casi un año desde que viajé a Madeira y le conocí. Habíamos hablado de celebrar esa fecha de forma especial pero todavía no teníamos nada concreto. Llevaba un mes sin tener noticias suyas. Estaba desesperada. Me llamó y me dijo que me esperaba en el mismo hotel de Madeira donde nos conocimos. Colgó.
Tuve que pedir unos días de vacaciones en el trabajo e inventarme una excusa para marcharme. Les extrañó pero no preguntaron.
Me reuní con Mauro en el hotel donde habíamos quedado. Fue emocionante. Me cogió la mano y me puso en el dedo anular un precioso anillo de diamantes, quería casarse conmigo. Aunque no pedía una respuesta inmediata.
Pasé unos días inolvidables recordando como nos habíamos conocido, era todo tan increíble...
Cuando regresamos seguí con mi rutina. Le confesé a mi compañera mi experiencia y le enseñé el anillo. Ella me dijo que se alegraba pero que me veía muy entusiasmada y que me tomase las cosas con calma. Sabía que ella había tenido un desengaño sentimental y no confiaba mucho en los hombres. Así que no tuve muy en cuenta sus comentarios.
Una fría tarde de noviembre después de mi jornada laboral, me fui a casa segura de la decisión que había tomado. Abrí la puerta, me puse cómoda y marqué el número de teléfono de Mauro. Escuché su voz y le dije:
- ACEPTO. Te amo. A lo que respondió:
- Yo también te amo.
Pasaron dos semanas desde que hablamos y mientras, yo planificaba mentalmente mi futuro. Iba a llamar a mi familia para darles la noticia de mi compromiso. La vida se teñía de color de rosa para mí.

Una mañana llegué al bufete y me llamó mi jefe para decirme que me habían asignado un caso, que lo estudiase. Me entregó el expediente y fui a mi despacho para leerlo detenidamente. Estaba paralizada. Era un caso horrible. El inculpado había matado, supuestamente, a su esposa. Encontraron restos del cadáver por diferentes zonas del jardín de la
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casa donde vivían. La esposa, era una señora acaudalada, con un gran patrimonio. Tenía multitud de propiedades. El marido, veinte años más joven que ella, la había conquistado y engañado para hacerse con su fortuna. Sin embargo ella, en algún momento, descubrió lo que pretendía y habló con su abogado para poner a salvo su patrimonio. Esta era la versión de dicho letrado.
Mientras leía detenidamente el caso, pensé en la paradoja de mi felicidad con la desgracia de esa pobre señora. Llevaba todo el día en el despacho y estaba agotada. Cerré la carpeta y me marché a casa. Al día siguiente iba a ir a conocer a mi cliente. Era un caso difícil pero tenía que hacer mi trabajo lo mejor posible. Era un buen momento para afrontar un caso así ya que estaba optimista y fuerte debido al dulce momento emocional que estaba viviendo.
A la mañana siguiente, tomé una ducha, me vestí, y salí de casa. Subí en mi coche, aparcado en la calle y encendí el motor. De pronto me asusté al oír como alguien tocaba el cristal de la ventanilla. Me quedé estupefacta. Era un agente de policía que me dijo que estaba detenida y que tenía que acompañarle a comisaría.
Se siguió el procedimiento habitual. Yo estaba acostumbrada pero no en calidad de detenida. Me dijeron que se me acusaba de ser cómplice de asesinato. Habían encontrado mis datos, notas y escritos que me incriminaban, entre las pertenencias del acusado. Nunca supe a que se dedicaba mi prometido.
He renunciado a un abogado e intentaré demostrar con mis propios argumentos que yo no tuve nada que ver con lo que Mauro hizo. ¿Tendré fuerzas para afrontar mi propia defensa? Ahora solo espero que él pague por el asesinato de su mujer. Pero también espero que se pudra en la cárcel por haber sido el hombre que ha engañado a dos mujeres confiadas y profundamente enamoradas.
Esta herida que me oprime el alma cicatrizará cuando pueda saldar mi propia deuda moral, dibujando una gran sonrisa en aquellos rostros ocultos y anónimos para que vuelvan a brillar.

FDO.: MARGOT





3 comentarios:

  1. Eres una gran escritora. No he podido dejar de leerlo del tirón. Me recuerda un poco lo que me pasó a mí, que no sabía quien era ni donde trabajaba etc.. pero eso ya es pasado, un pasado que he enterrado para poder seguir viviendo. Paquita

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    1. Me alegro infinito que te haya gustado Paquita, y valoro mucho tu opinión. Y ha sido lo mejor que has podido hacer, ya sabes que hay personas que no convienen, y yo me alegro por ti que tomases esa decisión. Besos

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